



VI.1.- Criterios para la selección de nuestras semillas
En esta unidad didáctica transmitimos la importancia de la biodiversidad vegetal en nuestros jardines y bosques jardines comestibles con el fin de obtener un ecosistema cultivado lo más parecido a la naturaleza. Con recursos propios y cerrando ciclos obtenemos nuestras semillas. Unas semillas que nos permiten una adecuada diversidad nutricional y la continuidad de los alimentos para las futuras generaciones.
Una buena selección de nuestras simientes pasa por relacionarnos con las redes de semillas del entorno, unas redes que nos aseguran a través del conocimiento vernáculo el material vegetal adecuado para la zona. Un material que procede de fuentes fiables y que ha sido reproducido de forma ecológica o responsable, garantizándonos con ello un alto porcentaje en su germinación.
Todo ello nos permite recolectar buenas semillas de plantas madres y preservar una línea de descendencia que asegura la continuidad de los cultivos.
Partiendo de estas plantas madres uno de los criterios de selección es fijarnos en los caracteres morfológicos de las plantas teniendo en cuenta la evolución de su crecimiento: un crecimiento vigoroso y con buen porte, una buena floración, una planta que sea productiva y que sus frutos tengan el tamaño y características del original, plantas que ofrezcan resistencia a enfermedades, parásitos y regularidad en el proceso de germinación. De las plantas que queramos obtener semillas tendríamos que dejar la mayor cantidad posible de ellas a flor, para garantizar una mayor pureza y un alto porcentaje de producción de semillas ya que algunas se podrían malograr.
Nunca elegimos una planta que haya tenido tendencia a espigar de manera prematura, tampoco las primeras plantas adultas que se nos van a flor, que haya crecido de una manera muy desmesurada, o que no haya llegado a coger el porte normal (Foto VI.1).

Foto VI.1.- La planta que dejamos para semillas es la de la derecha al formar cogollo mientras que la de la izquierda, que no lo ha formado, no la dejamos ir a flor
El conocimiento vernáculo y la bibliografía sobre la hibridación de algunas plantas son las fuentes de información donde nos apoyamos a la hora del cultivo de plantas para semillas.
Para evitar la hibridación de vegetales entre especies o variedades podemos aislar las plantas en el espacio y en el tiempo.
La separación espacial se utiliza cuando queremos sacar semillas de diferentes cultivares plantándolos con la máxima distancia posible para que no se nos hibriden. Esta técnica, no obstante, es la menos recomendada para mantener la pureza de nuestras variedades por el alto porcentaje de hibridación a través de los insectos y del viento. Tendríamos que tener mucho terreno para aumentar la posibilidad de éxito, a no ser que protejamos las plantas seleccionadas con mallas o mantas térmicas para aislarlas del polen de sus congéneres.
Con la separación temporal evitamos que las plantas se pongan en flor en el mismo momento: por ejemplo si queremos obtener semillas de millo (maíz) de dos variedades diferentes, tenemos en cuenta su temporalidad y sembramos las variedades en momentos diferentes para evitar que las dos florezcan a la vez y no se origine la hibridación.
Puede igualmente ocurrir que algunas plantas se hibriden de forma natural o por despiste al dejarlas muy cercas una de otras. Por ejemplo si dejamos subir a flor en el mismo lugar diferentes variedades de rábano, uno rojo y uno negro, cuando obtengamos sus semillas nos pueden dar los originales o rábanos morados o negros pero con características del rojo o viceversa (Foto VI.2).

Foto VI.2.- Rábanos hibridados
Si no queremos que esto ocurra tenemos que alternar las variedades por año para mantener su pureza pero es verdad que de una hibridación puede surgir una nueva variedad que, si logramos mantener la continuidad de sus caracteres morfológicos durante varias generaciones, terminará transformándose en una semilla local diferente.
VI.2.- Momento de recolección de nuestras semillas
Los procesos de maduración para la recolección de semillas son diferentes dependiendo de las plantas. Veamos algunos ejemplos.
En el caso de las lechugas para garantizar las semillas elegimos varias plantas de la misma variedad con los criterios comentados anteriormente.
Con los participantes del curso marcamos las plantas con estacas, con una cuerda o con un pañuelo para saber que las marcadas han sido elegidas para dejarlas a semillas y no las cortamos (Foto VI.3).


Foto VI.3.- Marcando plantas de lechuga y rábano negro para semillas con estacas y cuerdas
Cuando la lechuga coge su porte final y se le pasa el momento de recolección tiende a espigarse. Vemos cómo la lechuga se va alargando, sus hojas son cada vez más pequeñas, se van separando y perdiendo brillo. La lechuga pierde su aspecto comestible quedándose a la vista el tallo central (Foto VI.4).



Foto VI.4.- Evolución de distintas lechugas subiendo a flor
Esta transformación es una gran oportunidad para que los alumnos observen la curiosa evolución de dicha verdura.
La siguiente fase es su ramificación desde un tercio de su altura para acabar en una inflorescencia formada por numerosas flores amarillas, a las que se les secan sus pétalos y dan paso a las semillas que van provistas de un vilano plumoso (Foto VI.5).



Foto VI.5.- Lechugas en flor y con vilano plumoso
El momento que nos indica la recolección es cuando la superficie de los vilanos abarque entre el 20 o 30 % de su totalidad. En ese momento cortamos el tallo desde abajo y lo metemos en un saco de papel para que termine su secado en un lugar seco y ventilado.
El momento del corte es una buena ocasión para comprobar con los beneficiarios que si tiramos del vilano plumoso vemos que las semillas están pegadas a cada una de esas plumas, pudiendo observar el curioso y mágico diseño que sirve para que la semilla sea trasportada por el viento o por animales (Foto VI.6).


Foto VI.6.- Imagen de una lechuga con vilanos para recolectar como semillas e imagen mostrando las semillas con su vilano
Una vez esté bien seca la planta frotamos sus flores con las dos manos encima de una superficie limpia, seca y despejada donde caen las semillas (Foto VI.7). A continuación las limpiamos.


Foto VI.7.- Lechuga seca y frotándolas para obtener sus semillas
La tarea de limpieza la podemos llevar a cabo mediante técnicas artesanales, a través del conocimiento vernáculo o incluso por intuición, trabajando con los alumnos dicha habilidad. La limpieza es una tarea sencilla que necesita tiempo, dedicación y paciencia, cualidad ésta última que también pueden desarrollar las personas con las que trabajamos (Foto VI.8).





Foto VI.8.- Limpiando semillas de azafrán de la tierra
Veamos algunos ejemplos. Las semillas las pasamos por cernideras o coladores de diferente calibre hasta que nos vayan quedando lo más limpias posibles (Foto VI.9).


Foto VI.9.- Cernideras y coladores para limpiar las semillas
Si una vez cernidas vemos que aún no están del todo limpias hacemos pequeños montículos con ellas para a continuación separar las semillas de los restos secos con unos suaves soplidos (Foto VI.10).


Foto VI.10.- Imágenes de la limpieza de las semillas del rabanito
Una vez limpias metemos las semillas en frascos de cristal reutilizados, mejor que sean oscuros para que las semillas se conserven mejor. Los frascos los pueden recolectar en el vecindario los alumnos del curso PERMIND (Foto VI.11).
Cada frasco lo identificamos con una etiqueta con la información pertinente de la semilla (año, variedad, lugar de recolección,…). El lugar para almacenarlas ha de ser fresco, seco y oscuro, incluso podemos mantener los frascos de semillas en la parte baja de un frigorífico para prolongar su tiempo vital.

Foto VI.11.- Frascos etiquetados para conservar las semillas
En el caso del calabacín, de la familia de las Cucurbitáceas, el fruto ideal a seleccionar para obtener las semillas está entre el 5º y 8º fruto de la planta que hemos identificado de acuerdo al criterio de selección señalado. A partir de esos frutos la planta tiene la suficiente madurez para que reconozcamos sus características favorables.
Una vez elegido y marcado el fruto con una estaca con una cuerda o un pañuelo, lo dejamos en la planta hasta que crezca de forma desmesurada y cambie de color. Cuando la planta termina su ciclo secándose totalmente, cortamos el fruto antes del invierno para conseguir que las semillas logren desarrollarse lo suficiente. El fruto elegido lo dejamos madurar en un lugar sombreado y bien aireado (Foto VI.12). Extraemos las semillas cuando vemos que el fruto comienza a estropearse.


Foto VI.12.- Recolectando un calabacín y secando unos bubangos para obtener semillas
Para obtener y limpiar las semillas de nuestro calabacín lo abrimos por la mitad, le sacamos las semillas, las lavamos en un colador y las secamos muy bien durante varios días (Foto VI.13). La labor del secado es importante hacerla principalmente en días soleados. Una vez asegurado de que están bien secas las metemos en los frascos oscuros y las identificamos en una etiqueta.




Foto VI.13.- Imágenes de la extracción, lavado y secado de las semillas de pantana (Cucurbitáceas)
Para limpiar semillas del tipo cebollas, puerros y ajos, después de frotar bien las flores se limpian las semillas metiéndolas en agua. Vemos que la parte que se desecha flota, mientras que las semillas buenas se hunden. Retiramos la parte descartable y las semillas que están en el fondo las colamos y las ponemos extendidas en alguna superficie para facilitar el secado y para que sea sencillo removerlas de vez en cuando (Foto VI.14).









Foto VI.14.- Frotando, seleccionando y secando semillas de cebollas
La tarea de secado la hacemos en días muy soleados teniendo cuidado con el viento. Las semillas no las dejamos nunca en el exterior durante la noche, ya que el sereno las humedece de nuevo. El proceso de remoción y secado lo hacemos durante dos o tres días dependiendo del sol que haya. Una vez bien secas las ponemos en frascos y las almacenamos.
Unas buenas condiciones de cultivo, de selección, de cosecha y de almacenaje aseguran la germinación óptima de las semillas. El proceso de limpieza es una buena ocasión para detectar su calidad. Para ello nos aseguramos de que las semillas estén llenas. Su propio aspecto y tacto, apretándolas un poco, nos sirve para examinar su llenado adecuado.
En lugares donde tenemos inviernos intensos podemos realizar todo el proceso de las semillas como actividad lúdica en nuestras aulas, con los alumnos de nuestros centros de rehabilitación.
Para comprobar su vitalidad también hacemos una prueba de germinación que sirve de actividad lúdica y formativa a realizar con los alumnos. La prueba consiste en poner en un vaso con agua unas pocas semillas. Las dejamos sumergidas en agua 24 horas, luego las colamos y las ponemos en un plato tapándolas con otro plato para que estén en oscuridad los primeros días y germinen antes.
Para que no pierdan la humedad mojamos las semillas una vez al día escurriéndoles bien el agua. De esa manera nos aseguramos de que sigan creciendo y comprobamos su porcentaje de germinación (Foto VI.15). Dependiendo de las semillas que pongamos, el tiempo de germinación es diferente. Por ejemplo, entre 2 y 4 días podemos ver que algunas de las semillas de los rabanitos ya han brotado.



Foto VI.15.- Distintas fases de germinación de semillas de rábano negro
El proceso de germinación es una oportunidad única de razonamiento y aprendizaje para los participantes del curso al revelarles la fotosíntesis, el proceso productivo por excelencia de la naturaleza.
Con el seguimiento de los germinados les mostramos el efecto que la luz tiene en las plantas: si mantenemos los germinados en la oscuridad observamos cómo sus hojas y tallos se quedan blancos mientras que si los dejamos a la luz, sin que les dé directamente el sol, vemos cómo se ponen verdes gracias al proceso de la fotosíntesis (Foto VI.16).


Foto VI.16.- Imágenes del efecto de la falta de fotosíntesis en una papa (patata) después de haber germinado en una zona oscura (una maceta invertida)
VI.3.- Siembra en nuestro vivero
Para sembrar variedades de semillas que nos aseguren la reposición de las verduras y hortalizas, recomendamos disponer en la finca de algún tipo de vivero. Ello nos permite abordar el escalonamiento de los cultivos que posteriormente pasan a tierra.
La siembra en el vivero requiere un sustrato de buena calidad para que nuestras plántulas tengan el suficiente alimento para su crecimiento hasta el trasplante. En la unidad didáctica anterior vimos cómo y de dónde obtenemos el sustrato para nuestros semilleros: del compost de los caminos de vida.
El sustrato lo cernimos antes de utilizarlo en los semilleros. Esta actividad la hacemos con dos personas y requiere una cernidera, una pala y dos carretillas – una llena con el sustrato en bruto y otra vacía para el sustrato fino y esponjoso.
La cernidera la ponemos encima de la carretilla vacía. Con la pala cogemos sustrato de la carretilla llena y lo volcamos en la cernidera. A continuación, las dos personas ciernen el sustrato sobre la carretilla vacía, depositándose en ella el sustrato fino y esponjoso (Foto VI.17).



Foto VI.17.- Imágenes del proceso de cernir y obtener el compost fino y esponjoso para las semillas
Cada vez que cernimos nos queda en la cernidera la parte del sustrato que aún no se ha terminado de descomponer, material que apartamos para volver a reponer en los caminos o canteros para su total descomposición. El excedente de compost cernido lo almacenamos en el vivero para cuando nos haga falta.
Esta actividad es una oportunidad terapéutica para las personas con las que trabajamos porque durante su desarrollo adquieren habilidades de motricidad como la coordinación a la hora de cernir con otra persona, aseguran una correcta respiración y corregimos posturas.
Utilizamos un cubo para llenarlo con el sustrato cernido y esponjoso. Su contenido lo volcamos en los semilleros sin apretarlo. Una manera de evitar prensar el sustrato en los huecos de la bandeja es volcarlo en el centro del semillero de manera que hagamos una montaña. Con una tabla u objeto similar, o incluso suavemente con la palma de la mano, ayudamos a colocar el sustrato en los huecos vacíos dejando rasurada la superficie de la bandeja del exceso de sustrato (Foto VI.18). Con esta técnica logramos que pequeñas bolsas de aire queden en los pequeños huecos facilitando un mejor enraizamiento de las plántulas.



Foto VI.18.- Imágenes del llenado del sustrato en las bandejas de semillas
Tenemos que tener en cuenta que no estamos trabajando con turba por lo que las condiciones respecto al sustrato no son las mismas. Si por ejemplo dejamos secar nuestro sustrato por completo, éste se endurece y luego le cuesta más absorber la humedad. El sustrato se puede recuperar si lo regamos con poca agua con mayor frecuencia. Con nuestro sustrato sólo tenemos que tener en cuenta que no debemos apretarlo y que antes del llenado de los semilleros tenga cierta humedad sin empaparlo.
En el caso de la turba comercializada, al ser ésta más porosa que nuestro sustrato, actúa en forma de esponja por disponer de un mayor número de cámaras de aire en su interior con lo que se recupera antes la humedad del semillero.
En las bandejas sembradas con nuestro sustrato nos pueden salir algunas hierbas que no supone gran esfuerzo quitar ya que esa labor la podemos hacer con los alumnos. Con esta tarea fomentamos el aprendizaje de distinguir los brotes de hierba de los de verduras y hortalizas.
Dependiendo de las plantas que sembremos, éstas tienen una forma específica en sus primeras hojas que llegan a sernos familiares con la práctica. Por ejemplo las de las coles sus dos primeras hojas tienen forma de corazón, las de las lechugas sus dos primeras hojas son redondeadas.
Una vez llenamos la bandeja hacemos los huecos apretando el sustrato suavemente con la yema del dedo (Foto VI.19).


Foto VI.19.- Haciendo los huecos en la bandeja para sembrar las semillas
En cada hueco colocamos con delicadeza una semilla. Para evitar confusiones recomendamos que no se empiece a poner las semillas hasta que no estén hechos todos los huecos de la bandeja. De esa manera podemos controlar visualmente la siembra (Foto VI.20). Si en un hueco cae más de una semilla es preferible dejarlas y que germinen, y no intentar sacarlas ya que esto puede ser peor.
A continuación cubrimos las semillas con la ayuda de un dedo para controlar con él la cantidad de sustrato que añadimos. Las semillas deben quedar cubiertas de sustrato con una altura aproximada a su grosor.




Foto VI.20.- Colocando las semillas en los huecos y bandejas con las semillas tapadas
Esta tarea de siembra es muy terapéutica para las personas con las que trabajamos porque necesitan concentrarse en dicha labor, mantienen la mente puesta en el presente, se trabaja la paciencia, desarrollan habilidades para tareas minuciosas y específicas, y vemos la relación que tiene cada persona con ciertas semillas.
También les dejamos una sensación de intriga por la futura germinación de las semillas que han sembrado, por lo que les provocamos deseos e interés en el seguimiento de la siembra.
Para identificar las semillas y hacerle el seguimiento en las bandejas sembradas ponemos un cartel indicando el nombre de la planta y la fecha de siembra.
Una vez tapadas las simientes regamos la bandeja sin mucha presión con un regador o pulverizador para que las semillas no se desentierren. Nos aseguramos de que la bandeja ha quedado bien mojada y eso lo notamos en el peso que coge. No la volvemos a regar hasta que las semillas comiencen a germinar.
Si sembramos varias bandejas al mismo tiempo, una vez regadas, las colocamos una encima de otra ya que germinan antes en la oscuridad. Las apilamos con cuidado, sin arrastrarlas, para evitar que alguna semilla que haya quedado muy superficial se ruede. Tapamos la última bandeja con algún saco húmedo o similar para que ésta no pierda la humedad y garanticemos su oscuridad (Foto VI.21).


Foto VI.21.- Pulverizando y apilando las bandejas recién sembradas
Es muy importante hacer un seguimiento diario de la germinación levantando con cuidado por un lado cada una de las bandejas para identificar el momento en el que hay que separarlas del montón ya que si las semillas germinadas pasan mucho tiempo en la oscuridad se alargan buscando la luz. En ese caso las plantas pueden perderse al debilitarse en su crecimiento.
Los tiempos de germinación son diferentes dependiendo de las especies de verduras y hortalizas que sembremos: dos días, cuatro días, una semana, o incluso más (Foto VI.22).



Foto VI.22.- Evolución temporal de la germinación de semillas de lechugas
El tiempo para el trasplante depende igualmente del tipo de planta que sembremos: va de quince días a dos meses aproximadamente (Foto VI.23). También influye la climatología del lugar, el alimento de la plántula, la humedad y su temporada. Esto lo vamos aprendiendo con la experiencia de ensayo y error, con información que busquemos en manuales especializados en semillas y con el calendario lunar del año.



Foto VI.23.- Bandejas con distintas plántulas listas para el trasplante
Los pequeños inconvenientes que tiene nuestro sustrato frente a la turba se compensan con las ventajas de su autosuficiencia cerrando ciclos virtuosos al reutilizar un residuo que convertimos en un recurso de calidad de una manera local y responsable, frente a los problemas de agotamiento, contaminación, calentamiento global…, ya que las turberas son las máximas captadoras de carbono y potenciales refugios de fauna que se destruyen al realizar el drenaje y la extracción de ellas cuando apoyamos su consumo.
VI.4.- El momento del trasplante a tierra
A la hora de trasplantar las plántulas al cantero regamos previamente las bandejas ya listas. A continuación nos percatamos de si las plántulas salen con facilidad y con su cepellón completo al tirar de ellas (Foto VI.24).


Foto VI.25.- Extrayendo las plántulas de zanahorias con un cuchillo romo
Puede ocurrir que algunas de ellas hayan cumplido su tiempo de crecimiento en el vivero y se nos hayan quedado algo pequeñas. En ese caso es mejor pasarlas a tierra plantándolas junto con las demás para que no terminen debilitándose.
Para poder sacar las plántulas por un lado de los huecos podemos utilizar como herramienta un cuchillo romo o similar, teniendo especial cuidado con plantas como zanahorias para no cortar su raíz central (Foto VI.25).


Figure VI.25.- Extracting the seedlings with a dull knife
Las plántulas las plantamos distribuidas en los canteros de la manera descrita en la unidad didáctica anterior (Foto VI.26).


Foto VI.26.- Plántulas en las bandejas listas para trasplantar y plantándolas en el cantero
También podemos combinar la actividad de trasplante con una siembra directa diferente a la siembra al voleo. Mientras unas personas trasplantan las plántulas del vivero, otras pueden sembrar semillas en los canteros poniendo las semillas debajo del acolchado con la misma profundidad como si estuviésemos sembrando en bandejas (Foto VI.27).

Foto VI.27.- Siembra directa en el cantero
Con la yema de los dedos hacemos un pequeño agujero donde depositamos la semilla. La tapamos con el dedo para asegurarnos de la cantidad de materia que le incorporamos encima. A diferencia de la siembra a voleo las semillas las colocamos conscientemente a la distancia que deseemos para que cuando prosperen no tengamos que hacer labores de clareo.
Otra forma de sembrar es haciendo semilleros directamente en algún trozo de cantero que elijamos para su posterior trasplante al resto de nuestros jardines y bosques jardines comestibles.
También dejamos que algunas verduras y hortalizas suban a flor para que produzcan semillas que se autosiembran en los canteros dejándolas simplemente que caigan sobre el acolchado como ocurre en un ecosistema natural (Foto VI.28).




Foto VI.28.- Imágenes de verduras y hortalizas a flor y zona de autosembrado
El tiempo transcurrido desde que trasplantamos las plántulas en el terreno hasta que recolectamos el producto depende igualmente del tipo de verdura u hortaliza plantada, de la climatología, de la zona, etc.
Para estudiar y llevar un control del tiempo que necesita una planta desde que la sembramos hasta que la recolectamos nos hace falta llevar un cuaderno de campo y de vivero con las personas que trabajamos. Podemos comprarlo o podemos elaborar uno con los alumnos, con ello fortalecemos habilidades como la constancia en las anotaciones en el cuaderno de campo cada jornada, donde también se trabaja la gramática, cálculos matemáticos básicos, creatividad en dibujos,…, en las que podemos ayudarles (Foto VI.29).
En el cuaderno describimos nuestra manera de organizarnos de manera que con él podemos conocer los requerimientos temporales para generar las plántulas en el vivero y recoger las verduras y hortalizas una vez plantadas en los canteros.



Foto VI.29.- Nuestros cuadernos de campo con anotaciones y dibujos
Por ejemplo si una semilla de lechuga tarda aproximadamente tres días en germinar, un mes en la bandeja del vivero, y mes y medio o dos en tierra para ser recolectada, sabemos cuántas bandejas tenemos que ir plantando cada cierto tiempo y a lo largo de la temporada, para asegurar el escalonamiento de las lechugas tanto en el vivero como en el terreno, y lograr así una continuidad en la recolección y comercialización.
La elaboración del cuaderno artesanal de campo es una excelente ocasión para realizar un taller artístico terapéutico con los participantes del curso con el apoyo de los monitores. El cuaderno sirve de guía no sólo para la organización de las actividades del vivero y del jardín sino también para mostrárselo a las personas que visiten nuestros jardines comestibles. En él dejamos secciones para pintar y poner esquemas o fotografías de lo que acontece en nuestro jardín.
Las personas participantes del curso disfrutan y aprenden viendo la evolución que tienen las plantas y sus flores desde que las siembran y salen, obtienen sus flores y frutos hasta que se marchitan y llegan a la formación y madurez sus semillas. Semillas que caen al suelo y donde muchas de ellas germinan espontáneamente en un proceso natural de autosiembra. Un proceso que crea un lugar de colorido armónico y terapéutico donde dedicamos un tiempo simplemente a observar la belleza de nuestras plantas en flor o produciendo semillas.
Las diversas maneras de sembrar descritas (siembra a voleo, semillero, siembra directa y autosiembra) nos vienen muy bien por si en nuestro vivero nos falla algún escalonamiento en la siembra. A través del ensayo y error también nos proporcionan experiencia para mejorar nuestro saber hacer.
VI.5.- Cultivando biodiversidad
En relación a las verduras y hortalizas a plantar recomendamos una gran diversidad de plántulas conforme a una planificación de cultivos que tenga en cuenta la climatología, la estación y la zona. Las publicaciones sobre planificación de cultivos de los diversos centros de investigación y de extensión agraria de cada zona son una buena fuente de información para cultivar biodiversidad en nuestros jardines y bosques jardines comestibles, junto a la información que podamos recabar con los agricultores de nuestro entorno y nuestra propia experiencia.
El cultivo de la biodiversidad supone la mejor garantía para la resiliencia que podemos tener en el proyecto a la hora de asegurar nuestras semillas y nuestra recolección y comercialización de verduras, hortalizas, frutas, flores comestibles y hierbas aromáticas (Foto VI.30).












Foto VI.30.- Collage de algunas frutas, verduras, hortalizas y flores comestibles en el mercadillo preparadas para colocarse en las biocajas
Con algo más de 3.000 m2 de superficie agraria útil en nuestra finca de una hectárea, tenemos identificadas algo más de 300 variedades de plantas útiles (comestibles, aromáticas, forrajeras, melíferas y para acolchado); tenemos una producción semanal de treinta y cinco biocajas para los colaboradores y un excedente que se reparte en ocho puestos de mercados. Hablamos de una biocaja de seis kilos de peso y veintiún productos de variedades diferentes, de promedio semanal (Foto VI.31).


Foto VI.31.- Una muestra de la parte superior de las biocajas
Un ejemplo de ello es que en una temporada como primavera-verano elaboramos cestas para vender, compuestas de acelga, albahaca, apio, berenjena, beterrada, brécol, bubango, calabacín, calabaza, cebolla, cilantro, col, coliflor, colinabo, espinaca, judía, lechuga, nabo de mesa, perejil, pimiento verde, puerro, pantana, rabanito, rábano, rúcula, tomate, zanahoria, etc. Sin olvidarnos de las frutas de nuestros árboles frutales que también podemos comercializar y de las que hablamos en la Unidad Didáctica IV.
En nuestros jardines y bosques jardines comestibles tenemos simultáneamente verduras y hortalizas anuales que nos obligan a un mayor escalonamiento, junto a otras plantas vivaces, perennes y bienales que pueden permanecer mucho más tiempo en el terreno como brócolis, coliflores, coles cerradas, hinojos florentinos, etc. A éstas últimas se les puede hacer además varios cortes en la misma planta ya que cuando se les corta el primer fruto sacan hijos nuevos, a los que se les puede hacer cortes de segunda, tercera,… Cuando la planta se ramifica demasiado nos da frutos cada vez más pequeños pero si la podamos dejando sólo dos o tres hijos, nos vuelve a dar frutos más grandes.
En nuestros jardines y bosques jardines comestibles, entre verduras y hortalizas, plantamos también flores comestibles como caléndulas, girasoles, capuchinas, pensamientos, etc., que ellas solas se van reproduciendo (Foto VI.32). Con ellas hacemos pequeños manojos que ofrecemos en nuestras cestas de verduras y hortalizas variadas. Flores que son asimismo melíferas atrayendo, entre otros, a insectos tan beneficiosos como las abejas que a su vez nos polinizan tomates, calabacines, pepinos, etc.








Foto VI.32.-Flores comestibles en el jardín
Plantamos igualmente diversas plantas aromáticas perennes que se adaptan al lugar como el romero, la lavanda, la albahaca perenne, etc., cuyas pequeñas flores son igualmente comestibles. Al tener un porte más grande las plantamos en sitios estratégicos como en las esquinas de los canteros, o salteadas en el centro de éstos. Son melíferas y muy aromáticas para el beneficio de nuestros jardines y bosques jardines comestibles. Hacemos también manojos con ellas.
Si bien en esta unidad didáctica hemos descrito una notable variedad vegetal comestible basada en nuestra experiencia en un lugar con un gran potencial de diversidad durante todo el año por su clima, con un diseño permacultural apropiado en otro clima de inviernos severos aprovecharemos al máximo la época útil de plantación, y contemplamos asimismo la obtención de una variedad suficiente para garantizar la continuidad de las semillas y de los alimentos.
VI.6.- Recolectando para la biocaja
La actividad de recolección de nuestras verduras, hortalizas, flores y plantas aromáticas de nuestros jardines y bosques jardines comestibles puede dar a primera vista la sensación de ser una labor algo compleja e ineficiente desde el punto de vista de los tiempos de recolección, si la comparamos con una recolección de vegetales en canteros por sección de variedades. Con nuestra experiencia podemos asegurar que no es así ya que en la misma parcela o cantero se cosecha una gran variedad y cantidad de productos sin tener que desplazarnos demasiado, además de la dimensión estética creada por los alumnos, de ahí que le demos el nombre de jardines comestibles y bosques jardines comestibles.
Con el cuaderno de campo y las labores semanales de mantenimiento de los canteros vamos identificando cuándo y dónde recolectar las verduras y hortalizas que estén esa semana para su cosecha. Recordemos que aproximadamente todas las parcelas cultivadas contienen la misma diversidad de verduras y hortalizas.
Los días de recolección los rotamos de una parcela a otra (Foto VI.33). Por ejemplo, si cosechamos los distintos productos del consumo de la semana en una parcela, el producto de la segunda semana lo cosechamos en otra mientras que la primera recupera su crecimiento. De esta manera a la tercera semana podemos volver a cosechar en la primera parcela, y así sucesivamente.


Foto VI.33.- Diferentes parcelas de la misma finca en permanente producción y rotación en la recolección
Nuestra práctica de recolección de verduras y hortalizas en un terreno de gran diversidad aparentemente caótico por nuestra metodología de plantar al hueco, se convierte en un relevante ejercicio terapéutico.
A cada una de las personas del centro le asignamos diferentes verduras y hortalizas para que las recolecten los días de cosecha. Mantenemos la asignación durante un tiempo determinado hasta que adquieran destreza en este tipo de recolección y puedan identificar durante la semana los lugares donde van a cosechar.
Con esa técnica de recolección personalizada adquieren seguridad en sí mismos. Aprenden a ser eficientes en su cometido a la hora de saber qué utensilios o herramientas han de coger antes de ir a cosechar, como por ejemplo cuchillos o tijeras de podar para cortes, carretilla o cajas para transportar las verduras y hortalizas.
Cuando las personas que participan en esta actividad tengan la suficiente soltura es importante que intercambien con otros compañeros la asignación de las verduras y hortalizas a recolectar. Este momento puede ser una buena ocasión para que la persona con más soltura en la técnica de recolección enseñe dicho sistema a otra persona del grupo, o a nuevos compañeros que se incorporen. Con esta labor fomentamos el apoyo de pares (cuya eficacia está probada en personas con enfermedad mental), logrando que desarrollen autoestima y seguridad, y haya compañerismo y comunicación entre ellos.
Las personas que trabajan en nuestros jardines y bosques jardines comestibles durante los días de mantenimiento – martes, miércoles y jueves en nuestro caso –, recogen información de las verduras y hortalizas que están a punto de ser recolectadas sin tener que ser consciente de ello. Recordemos que en nuestra técnica de “plantación al hueco” los días de mantenimiento plantamos plántulas muy cerca de verduras y hortalizas que están para cortar. Ello hace que esa información se acumule a través de la dimensión nómada de nuestro cerebro en forma de una curva de aprendizaje tácito que se despliega en la fase de la recolección – en nuestro caso los lunes y viernes de cada semana.
Los días de recolección son elegidos según más nos convenga (Foto VI.34). Pueden ser uno o incluso dos días a la semana, como es nuestro caso. Con nuestro sistema de policultivo no solo tenemos variedad de verduras y hortalizas sino también diferentes tamaños de cada una de las variedades, así nos aseguramos de tener siempre en el terreno verduras y hortalizas recién plantadas, otras a medio ciclo de crecimiento y otras que están para recolectar. Así el terreno funciona como un almacén al permitirnos mantener la verdura más tiempo en él dándonos mayor margen a la hora de la recolección y, por tanto, a la hora de su comercialización.









Foto VI.34.- Imágenes de la recolección de verduras, hortalizas, flores comestibles y frutas en el jardín comestible
En el caso de que cosechemos una vez por semana tenemos que identificar y saber por medio de la observación qué verduras más perecederas están listas para ser cosechadas y aquellas que aguantan más tiempo por no haber llegado aún a su total formación o crecimiento en el terreno.
A título de ejemplo, en el caso de las lechugas que son acogolladas cortamos las que hayan formado el cogollo y éste esté más apretado; en el caso del brécol cortamos los frutos que menos apretados están; o en el de la coliflor éstas están para cortar cuando vemos su fruto casi por completo; incluso, si se necesitase aguantar la coliflor algunos días más en el terreno doblamos sus hojas tapando muy bien el fruto para que no le llegue la luz ya que ésta las amarillea. Hay otras verduras y hortalizas que aguantan mucho más en el terreno como pueden ser los puerros, cebollas, beterradas, rábanos, ajos, colibrís,… (Foto VI.35).


Foto VI.35.- Plantas que se pueden mantener más tiempo en el terreno
En un sistema convencional, por el contrario, las verduras u hortalizas plantadas en el mismo día son también recolectadas a la vez por lo que la cosecha está más limitada para su comercialización. Esto puede ocurrir incluso en el sistema ecológico que se planta normalmente por sección de variedades.
Después de la cosecha con las personas del proyecto centralizamos las verduras recolectadas en la zona del mercadillo destinada a la limpieza y elaboración de las cajas de verdura (Foto VI.36).






Foto VI.36.- Productos en el mercadillo
Parte del mercadillo lo destinamos a la zona para las hortalizas que requieran ser elaboradas en manojos como por ejemplo acelgas, perejil, cilantro, flores comestibles, aromáticas,… Atamos los manojos con alguna fibra vegetal resistente propia de la zona que hayamos plantado en nuestro diseño permacultural (Foto VI.37). Se evita de esta manera utilizar cintas de plástico.



Foto VI.37.- Haciendo los manojos con fibra de platanera
Otra zona del mercadillo la utilizamos para las verduras que requieran limpieza con agua para sus raíces y hojas como por ejemplo las beterradas, puerros, rábanos, zanahorias, lechugas, etc. A estas verduras les quitamos sólo las hojas de fuera que por su aspecto no sirvan para ser comercializadas. Dejamos sólo las tiernas ya que éstas mantienen más tiempo fresca la verdura además de poseer un importante valor nutricional (Foto VI.38). Por ejemplo las hojas de las zanahorias las utilizamos como si fuera perejil.



Foto VI.38.- Lavando y limpiando diferentes hortalizas
Otra actividad terapéutica interesante para los alumnos del curso PERMIND es la realización en primavera de una exposición en el vivero u otra instalación adecuada de una muestra de verduras y hortalizas de nuestros jardines y bosques comestibles en sus diferentes fases de evolución. Una evolución en las que ellos han participado.
Para la exposición se les pide que elijan algunas de sus verduras u hortalizas preferidas, seleccionen las distintas fases de las plantas elegidas, las expongan artísticamente, y expliquen su composición describiendo por orden las distintas fases. Es un buen ejercicio para trabajar con el concepto de ciclo (Foto VI.39). Por ejemplo si eligen la beterrada, exponen la plántula tamaño vivero, la planta desarrollada con su raíz, la planta subida a flor, y finalmente la planta con sus semillas.








Foto VI.39.- Muestra-exposición del ciclo de vida de diferentes verduras y hortalizas
El objetivo de esta actividad es observar el ciclo de vida, la biodiversidad de plantas que tenemos en el jardín y la variedad de semillas que obtenemos. La exposición es una buena ocasión para mostrarles a los colaboradores y visitantes del curso las distintas labores que se hacen en el centro y visibilizar el trabajo y potencial de las personas con enfermedad mental.
VI.7.- Comercializando nuestros productos
Cada día son más las personas que buscan un acercamiento a una alimentación más saludable, un contacto directo con las personas que la producen, una concienciación medioambiental y social y como consumidores adoptan una actitud activa ante la agroecología en general, y la Permacultura en particular.
La venta de verduras, hortalizas, flores, hierbas aromáticas y frutas obtenidas de manera permacultural puede ser canalizada a través de diferentes circuitos cortos de comercialización artesanales, como puede ser un mercadillo en el propio centro de trabajo, con colaboradores fidelizados que se desplazan al mismo para la adquisición de biocajas (Foto VI.40).





Foto VI.40.- Imágenes del mercadillo del proyecto de la ADP
A la hora de elaborar la biocaja enseñamos a los alumnos la distribución de los productos comestibles. En el fondo de la caja ponemos en primer lugar los más pesados, por ejemplo la beterrada, el puerro, la zanahoria, la cebolla, el calabacín, el colirrábano, etc. (Foto VI.41)



Foto VI.41.- Colocando los productos más pesados en el fondo de la biocaja
Sobre éstos colocamos los de menor tamaño como pimientos, berenjenas, brécol, etc. Seguimos con los manojos como acelgas, espinacas, perejil, cilantro, etc., y acabamos con las lechugas y lo más delicado como las flores comestibles.
Con esta forma de elaboración de la biocaja avivamos la organización en ellos mismos y la atención a labores que necesitan cierta delicadeza, y fomentamos la creatividad en la distribución de las cajas (Foto VI.42).




Foto VI.42.- Los últimos pasos en la elaboración de la biocaja
Las cajas se pueden adquirir ya sea mediante la modalidad de caja fija semanal con un precio acordado previamente y que se mantiene en el tiempo, una caja elaborada por las personas que participan en el proyecto según la producción semanal de nuestros jardines y bosques jardines comestibles, o mediante la modalidad de caja a demanda con precios variables y más altos, o incluso mediante la opción de la venta de productos individualizados.
Basándonos en nuestra experiencia comercializando biocajas podemos decir que el modelo más conveniente para la estabilidad y rentabilidad de nuestro proyecto es el de caja fija según producción y cosecha de la semana, con un precio acordado y sostenido en el tiempo con colaboradores fidelizados que compran cada semana o cada dos (Foto VI.43).

Foto VI.43.-Biocajas preparadas
Además con este sistema concienciamos a los colaboradores del proyecto a que la caja no se elabora según su demanda sino en función de lo que la tierra nos ofrece según la estacionalidad y la planificación de los cultivos. Ello le permite al colaborador que adquiere nuestra caja a participar en un ejercicio permanente de aprendizaje conociendo nuevas hortalizas, verduras y frutas, y construyendo una dieta equilibrada con la adecuada diversidad nutricional (Foto VI.44).

Foto VI.44.- Los productos de la biocaja en la casa del colaborador
En nuestro caso el colaborador recibe a lo largo del año al menos un centenar de plantas comestibles y aromáticas de las algo más de 300 variedades producidas en nuestros jardines y bosques jardines comestibles.
La comercialización de la caja en el mercadillo de nuestra finca es también una buena oportunidad para informar al colaborador de las propiedades de las flores y plantas aromáticas colocando en una sección del mercadillo las fichas informativas de aquellas que se pongan esa semana en la biocaja (Foto VI.45). Fichas que pueden elaborar artísticamente los participantes del curso con el apoyo de los monitores.


Foto VI.45.- Fichas informativas semanales de flores y hierbas aromáticas en nuestro mercadillo
El momento de la comercialización de la biocaja en nuestro mercadillo es también otra oportunidad para llevar a cabo un interesante intercambio energético.
El colaborador viene el día de recolección de su casa con un cubo lleno y una caja vacía. El cubo lleno que deja en la finca es de los restos orgánicos generados en su casa durante la semana, y la caja vacía es la de verduras, hortalizas, frutas, hierbas aromáticas y flores que recogió la semana anterior, productos consumidos por la familia durante esa semana.
En ese momento se produce el intercambio energético al irse el colaborador de la finca con una caja llena y un cubo vacío: la caja de verduras, hortalizas, frutas, hierbas aromáticas y flores para la comida familiar de la semana y el cubo para los restos orgánicos a generar durante la semana.
Se trata de un interesante intercambio energético del proyecto en términos de un cierre del ciclo de energía entre la alimentación y la gestión de los restos orgánicos.
El excedente que tengamos esa semana de verduras, hortalizas y frutas lo podemos vender a operadores ecológicos de los puestos en mercadillos de agricultores, tiendas de la zona, a grupos de consumo, a restaurantes kilómetro cero, a restaurantes de hoteles, a comedores de colegios que apuesten por productos ecológicos para la alimentación sana de su alumnado, etc. De esta manera reforzamos la condición de la iniciativa como red de desarrollo local.
En nuestro caso hay un valor añadido más, que es la dimensión social de nuestro centro de terapia y rehabilitación para personas con enfermedad mental: el valor de las personas con las que compartimos las enseñanzas.
VI.8.- A modo de conclusión
Al placer de cultivar nuestras verduras y hortalizas se une el de obtener nuestras propias semillas, el de cómo el ciclo de desarrollo de las variedades es llevado a cabo observando cómo se espigan las plantas, cómo florecen y se fecundan hasta la formación de las semillas. También es un placer disponer de una amplia biodiversidad vegetal y animal que asegura y enriquece la vida en nuestro planeta para que puedan disfrutar las futuras generaciones (Foto VI.46).
Las fases de siembra, cuidado y recolección son una oportunidad única de recordar lo que somos como especie humana, de sentirnos uno más como parte del entorno. Sin duda eso implica respetar y aceptar nuestra naturaleza dentro del sistema natural del curso y ciclos de la vida, aceptar los ritmos naturales de todas las cosas. Incluso lo que en apariencia puede parecer un inconveniente se puede convertir en un gran aliado, como por ejemplo, la mala hierba, que de mala al final no tiene nada.





















Foto VI.46.- Colorido en nuestros jardines y bosques jardines comestibles y en nuestro mercadillo